1.7.09

¿Dónde está el límite?

Un lector de la Blog, me hace llegar este comentario, proponiéndome un tema:

Creo que un tema interesante, y que no creo haberlo visto en el blog, es tratar la fina linea que hay entre ser la hembra feminizada en la pareja, docil y complaciente, y ser una suerte de sumiso o empleado del activo. Es una linea muy fina ya que el activo nos modifica en parte a su antojo, y nos abocamos a tareas domesticas para que él este confortable.

Es muy interesante el tema, y me gustaría dar una opinión al respecto. Cuando hablo de hembra, no implica que sea sumisa, dócil, complaciente, esclava, etc etc La hembra debe ser natural, con el carácter y el temperamento que tiene. No por ser hembras, debemos cambiar nuestro carácter. Además, ¿quién puede mantener una forma de ser artificial, por mucho tiempo? Pienso que si una hembra es dócil con su macho, será porque tiene un carácter dócil, con cualquier otra persona. Si se comporta como esclava, será porque le gusta incorporar ese elemento, a la relación con su macho.
Lo que quiero decir, en definitiva, es que no hay un tipo de carácter determinado que haya que tener, para ser hembra. No hay un molde, porque todas las persona son distintas. Siempre defenderé lo natural, y comportarse tal como uno es.

A partir de ahí, incorporar los deseos del macho, tratando de no dejar de ser nosotros mismos. Porque el macho busca también, autenticidad en nosotros. Tampoco hay tareas que tengan que ser realizadas específicamente por la hembra. El macho, haga lo que haga, si es verdaderamente macho, le va a dar ese toque especial a la tarea. Y nosotros como hembras, debemos imprimirle a esa misma tarea un detalle especial que la haga ver distinta. Y que resulte evidente, cuándo la hace él y cuando nosotros. Claro, como cada persona es distinta, habrá con seguridad tareas que a la hembra le gusta hacer, y que no dejará que el macho las haga. Pero eso depende del carácter y la formación de cada persona.

Entonces la idea ¿cuál es? Ser lo suficientemente inteligentes, como para saber cuando ese hombre que tenemos al lado, quiere algo de nosotros como macho. Creo ese es el punto a tener en cuenta. Eso que quiere, puede pedirlo directamente, o insinuarlo. Pero también, nosotros debemos proponer cosas, para saber si al macho le gustan o no.

Habrá cantidad de deseos, que ese macho tiene como persona, como ser humano; pero los que interesan a nosotros en cuanto hembras, son los que expresa como macho. Saber distinguir los deseos comunes, de los que expresa como macho, es una tarea de educación e intuición. Por eso es importante, la re-educación. Porque ella permite, ubicarnos en un lugar, para el cual no fuimos educados. Desde ese lugar, es desde donde podemos empezar a distinguir los deseos del macho. Pensarnos como hembras, es lo más complejo. Pero solo a partir de ahí, entenderemos y empezaremos a decodificar las expresiones y deseos del macho.

Por último, no pongo ejemplos a propósito, para que la idea se entienda en toda su amplitud. Pero sería buen ejercicio, que dejen sus comentarios, poniendo ejemplos de cuando un macho nos pide algo como macho, y cuando expresa algo como un comentario de cualquier ser humano.

4 comentarios:

Male dijo...

Desde mi punto de vista la sumisión es parte de un juego. Si existe en determinado momento el deseo de sumisión, la contraparte ha de ser dominante. Pero no concibo la sumisión permanente como forma de vida.
Asumir que ciertas tareas son femeninas "per se" es discriminatorio. Puedes preferir, como bien dices, ser quien haga determinadas tareas, pero ha de ser por motus propio, no impuesto por la condición femenina (hembra, mujer).
Una mujer, tanto como un hombre, puede desear hacer algo, pero no nacemos con el estigma de ejecutar en exclusiva determinadas tareas. Es una imposición socila.
Desear ser sometida como hembra no debe implicar un trato vejatorio o esclavizante.
Jugar a la dominancia/sumisión corresponde a ambos miembros de la pareja. Cada uno disfruta el rol que desempeña. Llevar eso a la vida cotidiana no lo creo tan sano.

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el comentario, una cosa es que un pasivo total sea sumiso en la cama y que le guste y disfrute plenamente el sexo anal, la sumisión, o cualquier rol a la hora de estar con su macho y otra muy distinta es que esa sumisión tenga que ser trasladada a la vida cotidiana, pues las labores del hogar no son atributos de un rol femenino o masculino. Se puede ser un macho totalmente dominante en la cama, pero un excelente cocinero, que le guste limpiar la casa y lavar la ropa; así como se puede ser una hembra total y sumisa en la cama, pero detestar realizar las labores domésticas, una cosa no lleva a la otra.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con ustedes, me considero macho pasivo sumiso en la cama, lo dsfruto al maximo, pero ya fuera de eso soy un macho como el activo total no me gusta realizar tareas en casa, pienso que ahi cada uno debe hacer su parte mutua ayuda.
Saludos.

Anónimo dijo...

Es interesante este acercamiento. Como hombre he sido muy respetuoso con mi pareja, de manera natural. Realizo trabajos domésticos como parte del compromiso adquirido con ella, como pareja, y lo hago sin ningún tipo de incomodidad. De hecho, el reparto surgió de manera espontánea, sin necesidad de "pactos escritos".

Desde hace años, sintiendo la hembra que vive en mi interior, he intentado descubrir si mi actitud en este tema era, en realidad, una manera de compartir o una manera de sacar mi pasividad y mi feminidad, bajo el paraguas de la igualdad de responsabilidades. En los aspectos de las labores hogareñas siento que esa actitud femenina acaba siempre en los tópicos. Es como cuando leo el libro de Elise Sutton, Dominación Femenina, y me doy cuenta de que en la sociedad norteamericana reflejada en el texto, la mayoría de cosas que ha de hacer un hombre "dominado" son aquellas que yo ya realizo de motu propio. También pienso que la cultura norteamericana difiere de la europea, donde estas facetas son más compartidas, en general.

Pero donde me siento con más dificultad es en intentar visualizar en mi mente las actitudes de un macho. Como nunca me he sentido macho, si no hombre, creo que sería muy difícil entender la diferencia si no coloco por medio aspectos relacionados con las actitudes más machistas y menos respetuosas.

La fantasía me pide un macho que me someta con esas maneras, mi personalidad cree que sería feliz con un hombre masculino que no necesite de esos tópicos con los que relaciono la situación. Descubrir el hombre, su faceta especial en ver las cosas, su actitud ante mi y sus deseos únicos y inseparables de su masculinidad sería como descubrir el Grial. En ese momento, tendría claro que me sentiría hembra absoluta, nada me separaría de la auténtica feminidad, solo un cuerpo equivocado.

Pero mi realidad está muy alejada de poder comprobarlo. De momento sigo el plan trazado por la fantasía.

Saludos