PASIVO TOTAL: APRENDER A GOZAR DE UNA PRIVACIÓN

Al pasivo total le invade un sentimiento femenino, en presencia de un hombre que lo excita o le gusta. Su aparato psíquico comienza a devolverle sensaciones, que no están registradas dentro del repertorio para la cual lo preparó su matriz cultural. Sentir es, en gran parte, cultural; y fuimos educados para tener “sentimientos masculinos”. El pasivo tiene que aprender a gozar de su privación de tener “sentimientos masculinos”, en presencia de otro hombre. También, de la privación de penetrar, y de ver como el macho goza de nosotros, ignorando nuestra masculinidad. Ser pasivo total es aprender a gozar de esas privaciones. Si esas privaciones no se transforman en placer, en gozo, en plenitud de vida, entonces resulta frustrante. Gozar con nuestra renuncia, es lo que hace la relación satisfactoria. El punto exacto se da cuanto la privación se convierte en posibilidad, y eso nos comienza a abrir un panorama inédito, nunca antes experimentado. Este grado de madurez se logra, luego de haber superado varias etapas (en otro momento podemos hablar de las mismas). Pero creo que lo más importante, y lo que demuestra en gran parte esa madurez, es cuando la femineidad interior se vive con orgullo, y se usa como una forma de seducir a otro hombre. Cuando descubrimos que esa privación es motivo de seducción para el macho, recién ahí empezamos a gozar con lo que nos diferencia de él. Esa diferencia, perdió el sentido negativo inicial, y se transformó en una potencialidad a desarrollar, para conquistar al macho y hacerle ver que somos diferentes. Cuando el macho se comienza a fijar en nuestra diferencia con él, y captamos que somos capaces de atraer desde nuestro lado hembra, recién ahí empezamos a valorarla como positiva. Es el inicio del camino. Pero también creo que es muy importante, el momento en que el hombre y la hembra que llevamos dentro, dejan de entrar en conflicto entre sí, y empezamos a sentirnos un ser único, con ambas características. La dicotomía desaparece, para dar lugar a la unidad interior. Esa armonía interior entre hombre y hembra, es la que permite que seamos nosotros mismos en todo momento, aunque no expresemos todo en cualquier momento.